por Eduardo Gutiérrez
La violencia desatada el día 11 de septiembre merece más de un comentario y mucho más de un juicio terminal sobre sus causas. De hecho no estamos ante un fenómeno nuevo en nuestra cultura ni la de las sociedades occidentales. El escenario se repite en todas las direcciones tanto internas como externas: la violencia intrafamiliar, los asesinatos de mujeres a manos de sus convivientes, las barras bravas, los robos con asaltos, los asaltos con violaciones, las bandas de narcos, se entremezclan con las imágenes de los Kamikaze suicidas en Palestina e Irak y con las escenas de los soldados occidentales de ocupación en los países orientales.(ver más)
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La violencia tiene múltiples causas: el control del petróleo, el marido engañado o alcohólico, la carencia de afecto en el niño, las disputas por el poder político o por el control de la droga en el barrio. También tiene múltiples actores: el carabinero asesinado a manos de un joven o el joven trabajador asesinado a manos de un carabinero. Pienso a los últimos hechos de violencia en nuestro país y llego a la conclusión que nuestra sociedad esta enferma, tan enferma como las sociedades occidentales que gustan de llamarse además “cristianas”. Ninguna de estos fenómenos violentos es posible de terminar por completo, pero sí disminuir tomando medidas adecuadas.
Me preocupa que no se ponga el eje en las soluciones de fondo y que por el contrario se meta en un mismo saco la actividad de un narco enmascarado que un secundario enmascarado, de un joven rompiendo la vidriera de un Banco que las manifestaciones pacíficas convocadas por organizaciones sociales para protestar por sus derechos. Me preocupa la presencia policial en cada huelga legal o ilegal de los trabajadores o a un oficial de Carabineros golpeando premeditadamente el cráneo de un Senador por que este osó llamarle la atención sobre un hecho de violencia previo.
Sí como decía Aristóteles, la política es la superior de las ciencias entonces para cada caso de violencia es posible tomar medidas políticas que la morigeren o que la terminen.
La base de todo debe estar en la educación. Un padre castigador genera un hijo castigador con su hijo o con su esposa. Un niño viendo televisión violenta todo el día terminara por asumir como habitual el fenómeno (pienso en el joven asesino con un bate de un ciclista en el barrio Providencia). Una familia de escasos recursos seguramente tendrá más riesgos que su hijo delinque al igual que el niño abandonado de una familia pudiente, o un hijo abandonado de ambos estratos sociales. Un profesor haciendo clases a 45 alumnos en un sector periférico tendrá más dificultades para imbuir de una ética solidaria y colaborativa a un niño en riesgo, que un profesor haciendo clases a 20 alumnos en un Colegio particular.
Pero la educación, como parte de la cultura, no sólo se imparte en la familia y en el Colegio también la sociedad transmite valores y enseña conductas. Una sociedad donde prime el éxito alejado de toda ética promueve indirectamente el éxito a todo evento: da lo mismo ser estudiante, médico o profesor que soldado, oficial o jefe de una mafia local en un verdadero Cambalache nacional.
Una política de Estado que promueva la discriminación en algunas de sus múltiples actividades incuba la violencia. Las erradicaciones de poblaciones en la época dictatorial segregaron a los más pobres a los extramuros de la ciudad. Si luego alejo al transporte público de esas zonas entonces ayudo no sólo a la segregación sino que creo verdaderos ghetos, donde sobrevive el más fuerte y el más violento. Si promuevo la construcción de grandes Malls ayudo indirectamente a cerrar el pequeño comercio y atento contra la vida del barrio.
Enfrentar la violencia con políticas de Estado requiere sapiencia. Pienso en las manifestaciones de Paris hace un año atrás. Miles de autos quemados en los barrios periféricos en semanas de furia. Entre otras causas analizadas por la prensa gala estaba la segregación de los inmigrantes y los más pobres fuera del centro de la ciudad, sin transporte público constante al centro de la misma. Sin embargo no hubo ningún policía ni manifestante muerto con un Ministro del Interior de Derecha. Por otra parte la prensa debatiendo seriamente sobre los temas de fondo, no sumándose o promoviendo las campañas de sus candidatos de derecha como en Chile.
Hay ciertamente una responsabilidad política tanto en el trabajador muerto a manos de un policía como de un policía a manos de un joven en nuestro país. El Gobierno es quién dirige la fuerza pública no viceversa. Si acuso de la violencia al narcotráfico debo promover políticas de Estado serias y consistentes no solo represivas, sino también de reinserción social. Recursos hay – y no pocos- para enfrentar los flagelos sociales. La violencia en los estadios disminuyó registrando mochilas a la entrada de los eventos deportivos. La violencia en la araucanía disminuirá no acusando de terroristas a los mapuches sino devolviendo las tierras y con reconocimiento constitucional de los derechos indígenas.
Disminuirá si tengo leyes que promuevan y financien las organizaciones sociales, si aporto más financiamiento a la Educación Pública y bajo la cantidad de alumnos por curso, si tengo política de vivienda decente e integrativa. Medidas se pueden tomar, falta voluntad política, como en muchas otras áreas.
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