por Hugo Fazio
Cada vez son más notorios los cambios que se producen a nivel mundial. La crisis en curso influye en ellos y a la vez hace necesario tener en consideración para entender su evolución el nuevo escenario existente. Por ello, temas fundamentales ya no son posibles enfrentarlos a la vieja usanza. Un ejemplo de ello lo entrega la acentuada volatilidad cambiaria. Al mismo tiempo, se modifica la dirección de las fusiones y adquisiciones. Paralelamente, adquieren una relevancia mayor los fondos soberanos creados por los países emergentes, tanto al interior del mercado global de capitales como en su incidencia en la propiedad de empresas a nivel mundial.
Se vive un proceso de cambio profundo en la correlación de fuerzas económicas entre los países a nivel mundial, que tiene implicancias muy vastas en todo orden de cosas. Este proceso empezó a gestarse después de la crisis del sudeste asiático en la década de los noventa del siglo pasado. Las políticas recomendadas por el Fondo Monetario Internacional tuvieron costos muy grandes para los países afectados y estuvieron cerca de empujar a una crisis global. Ello condujo a la conclusión de que las economías nacionales debían liberarse de la dependencia del FMI. “Tras tomar la medicina del Fondo Monetario Internacional, las víctimas de la crisis de 1997 –reseñó Financial Times- (…) decidieron que nunca más serían rehenes de los rescates de occidente”. Para ello “acumularon enormes reservas en divisas”(02/06/08). El mundo se modificó. En la actualidad las mayores reservas internacionales en poder de bancos centrales se encuentran en Asia, empezando por China, y se expandieron los fondos soberanos de los países emergentes.
La crisis en curso a nivel global aceleró este proceso, dado que hasta el momento los países emergentes han mantenido altas tasas de crecimiento, aunque inferiores a las alcanzadas antes que comenzase a producirse la caída en los niveles de actividad económica de las potencias industrializadas, mientras que la economía de EE.UU. según las previsiones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), se contrajo en el segundo trimestre y quedará prácticamente paralizada “hacia fines de año, al tiempo que la desaceleración en el resto de las naciones industrializadas es notoria”. El ex presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker, sostiene que “la economía estadounidense está plana –algunos creen –agregó- que seguiremos planos durante un tiempo y que la recuperación será lenta; otros temen que caigamos en una recesión más grave” (01/06/08).
Economist Intelligence Unit expresó que la evolución económica sugiere que se estaría dando un “acoplamiento inverso” al tradicional “con el desempeño del mundo desarrollado sostenido en gran medida por el floreciente comportamiento de muchos mercados emergentes. De hecho –acota-, una característica común del crecimiento en trimestres recientes, en particular en el mundo desarrollado, ha sido el robusto crecimiento de las exportaciones y una demanda doméstica sólo moderada” (09/06/08).
En estas condiciones la institucionalidad económica internacional creada después de la conferencia de Bretton Woods al finalizar la segunda guerra mundial perdió capacidad para influir en el curso de los acontecimientos, pasando a convertirse en un analista de la situación y a efectuar recomendaciones que sólo en casos muy contados los gobiernos y bancos centrales de los receptores de ellas se encuentran en la obligación de seguir. El propio Grupo de los 7 –que une a los Estados que en un pasado reciente eran los más poderosos económicamente a nivel mundial- y la incorporación que en muchas ocasiones hacen de Rusia, pasándose a convertir en el G-8, no dan cuenta de la nueva situación.
“El antiguo poder –constató acertadamente Financial Times- no ha captado esta nueva realidad- Se habla –añadió- de la necesidad de reestructurar instituciones internacionales pero lo que suponen es que las potencias en alza simplemente se acomodarán en el sistema existente. Falta voluntad para entender –concluye- que este es un momento de transformación (…) con una mirada renovada”. Al FMI le han pretendido asignar una nueva función, la de ser capaz de proponer vías de superación a los grandes desequilibrios globales, pero sin modificar en la práctica su propia estructura. Enfrentar estos desajustes exige, en primer término, adoptar medidas para revertir las contradicciones que enfrenta la mayor economía mundial, EE.UU., que mantiene en los hechos poder de veto en sus resoluciones, lo cual condujo incluso al reemplazo del economista jefe del organismo internacional al calificar la Casa Blanca de “pesimista” su último informe sobre el Panorama Económico Mundial.
En segundo lugar se hace preciso considerar los cambios producidos, que convierte a otros países en actores necesarios a tener en cuenta. “Estados Unidos y Europa han disfrutado de dos siglos de hegemonía política y económica -subrayó la ya citada publicación británica- y no hay razón para que no sigan prosperando en un mundo (…) más parejo. Pero, para adaptarse, Occidente debe reconocer que ya no puede suponer que será el que escribe las reglas” (02/06/08).
Al no existir una “nueva arquitectura internacional” problemas agudos, como por ejemplo la volatilidad excesiva de los mercados cambiarios mundiales, que tienen como trasfondo la aguda crisis del dólar norteamericano, moneda fundamental en el sistema de reservas internacionales global, no se enfrenta. Al comenzar junio, por primera vez en mucho tiempo, la Reserva Federal de EE.UU. hizo referencia expresa a la situación del dólar, pero sólo para decir “que en colaboración con nuestros colegas del Tesoro continuamos monitoreando
cuidadosamente lo que sucede en los mercados cambiarios” (04/06/08). En abril, los ministros de Finanzas del G-7 emitieron un comunicado conjunto para expresar su preocupación por la debilidad de la moneda norteamericana. Sin embargo, no se fue más allá. No es una casualidad que durante la presente década no se haya producido ninguna intervención en los mercados mundiales de divisas, a pesar de la agudeza de la volatilidad cambiaria. Una intervención exige tener en cuenta la dimensión alcanzada por el desregulado mercado global de capitales y la nueva situación existente en materia de reservas internacionales. La excesiva volatilidad cambiaria no puede sólo “monitorearse” se requiere enfrentarla.
Se precisa, como ha señalado el premio Nobel Joseph Stiglitz, adoptar medidas para hacer que la “globalización funcione”. Los criterios dominantes en el proceso de globalización decididos por las grandes potencias económicas, no dan cuenta de los cambios producidos. En América Latina ello se expresa en el fracaso del llamado Consenso de Washington, redactado en 1989, y a cuyas directrices se sigue apegando erradamente la conducción en el país de la política económica.
Últimamente, los fondos soberanos de los países emergentes –importantes actores en el mercado global de capitales- modifican su forma de actuar para no chocar con las resistencias que su accionar levanta en los sectores más recalcitrantes de las grandes potencias económicas y, al mismo tiempo, para no quedar expuestas a las consecuencias negativas que les puede causar la crisis financiera mundial . Esta conducta se manifiesta en la operación de salvataje efectuada en mayo reciente de uno de los más poderosos bancos europeos, la Unión de Bancos Suizos (UBS). Los fondos soberanos no actuaron en esta ocasión directamente, como lo efectuaron por lo general en las operaciones previas, sino que lo hicieron a través de un fondo de capitales privados, Black Rock, que adquirió deuda hipotecaría “mala” de la UBS por la suma de US$15.000 millones. La crisis bancaria, iniciada en EE.UU., durante varios meses se expresó más virulentamente en Europa que en su país de origen, cuadro revelador de la globalización del mercado de capitales y la dimensión alcanzada por el “contagio” producido.
Al mismo tiempo, en lo que va transcurrido del año crecen las fusiones y adquisiciones a nivel mundial efectuadas por empresas de los países emergentes. Otra demostración de los cambios en curso se produjo al competir por adquirir la quebrada empresa norteamericana Asarco LLC un gigante minero hindú y un grupo mexicano. La compañía india Vedante Resources alcanzó un acuerdo para tomar su control en US$2.600 millones, operación que se encuentra pendiente de aprobación en un tribunal de quiebras de Texas, ante una demanda presentada por el poderoso consorcio cuprífero azteca Grupo México. “Con las arcas llena de dinero después de años de gran crecimiento económico y elevados precios de los
commodities -comentó The Wall Street Journal Americas-, las compañías de los países en desarrollo están cerrando acuerdos que habrían sido impensables hace unos cuantos años. En muchas casos –agregó- estas empresas están comprando firmas occidentales que se encuentran en aprietos” (02/06/08). No hace mucho tiempo atrás, las adquisiciones habrían sido efectuadas por otras empresas de los países industrializados.
Las modificaciones en el escenario mundial son considerables y sus repercusiones serán muy grandes. No pueden dejar de considerarse para definir las relaciones económicas internacionales. Los procesos de integración en la región deben tenerlas presentes. Igualmente son imprescindibles para definir la forma más adecuada de inserción a nivel mundial.
HUGO FAZIO
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