por Jorge Arrate
Los festejos por los 20 años del NO dejaron un sabor a ingratitud, a injusticia, a pequeñez. Los medios conservadores ---o sea casi todos--- terminaron por construir una plácida imagen de la victoria de 1988. Los negociadores y algunos dirigentes de partido emergieron como las grandes figuras. Sin duda, cumplieron un rol. Pero el triunfo del 5 de octubre fue un proceso complejo, al que contribuyeron muchos, incluso sin proponérselo.
Desde ya, decenas de miles de chilenos que creyeron posible derrotar a la dictadura. Fueron los gestores del "cómputo alternativo" y de una red nacional de apoderados que hicieron imposible el fraude. Siete millones de ciudadanos se registraron para votar, incluso muchos de los más desconfiados o críticos de la política de la transición pactada.
Otros actores inolvidables fueron todos los que en la década de los 80 removieron la "estabilidad" que exhibía la dictadura y crearon las condiciones para la victoria democrática.
Grandes sindicalistas, como Manuel Bustos, Arturo Martínez, el inolvidable Tucapel Jiménez, entre muchos otros, dieron la cara en los tiempos más difíciles para los partidos.
Hubo en aquellos años Obispos irremplazables. Helmut Frenz, entre los protestantes, Carlos González, un grande que nos ha abandonado hace poco, entre los católicos. Y muchos más.
Los dirigentes sociales, muchos agrupados en la Asamblea de la Civilidad, presidida por el médico Juan Luis González e integrada por presidentas y presidentes de varios Colegios Profesionales que sufrieron cárcel y persecución, cumplieron un rol estelar.
Los luchadores por los derechos humanos, Jaime Castillo Velasco y la Comisión de Derechos Humanos, los familiares de las víctimas, como la incansable Sola Sierra, y los profesionales que asesoraban a las organizaciones, se enfrentaron con verdadero heroísmo a la dictadura.
También los jóvenes de los 80 y sus dirigentes estudiantiles y poblacionales. Las protestas a partir de 1983, en las que se produjo el encuentro de todos los sectores antidictatoriales, prepararon el ánimo popular que hizo posible el NO.
El Fortín Mapocho de Jorge Lavandero, el Análisis de Juan Pablo Cárdenas, el APSI de Marcelo Contreras, el Cauce inspirado por Erich Schnake, el diario la Época, abrieron una brecha informativa indispensable.
Las mujeres y su NO +, sus movilizaciones, su inagotable bregar contra la dictadura, aportaron coraje, fuerza y fe.
En fin. Debo seguramente olvidar, al correr del teclado, a otros actores del proceso que hizo posible el NO. Mi olvido, en todo caso, es involuntario.
El NO como expresión de repudio a la dictadura, de rechazo a su continuidad, de rebeldía popular, no es propiedad de unos pocos. Fue obra de muchos y así debe ser reconocido.
Santiago, octubre de 2008.
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