
La confesión de los dirigentes de las grandes economías capitalistas del mundo reunidas en Davos, de que el modelo financiero internacional de las últimas tres décadas fracasó explica y anticipa la profundidad de la actual crisis. Sin embargo lo que comenzó como una crisis financiera derivó a poco andar (y no podía ser de otra forma) en una grave crisis productiva. La entrada en recesión de las mayores economías mundiales está ya creando cesantía, disminuyendo las exportaciones y derrumbando el Producto Interno Bruto de nuestro país. Como se ve, Chile no está escapando a las consecuencias de este fenómeno. No lo ha hecho en los últimos 200 años de historia económica y esta nueva crisis no será una excepción.
La pregunta que muchos se hacen es: ¿cuáles van a ser las medidas de emergencia ante la crisis? (De hecho el Gobierno de Bachelet esta tomando medidas). Creo que problema además compromete una respuesta acerca de proyectos de más largo plazo.
Al parecer existe consenso en que hay que fortalecer el Estado (en contra de toda monserga neoliberal tanto de la derecha como de la mayoría de la Concertación). Pero la duda es si con eso bastará. O, ¿qué significa esto en el marco de la actual crisis?
Para algunos se trata solo de medidas reguladoras, para otros (cada día más) de trata incluso de llegar hasta la nacionalización (parcial eso sí) de la Banca privada. Así al menos lo piensan en Alemania que ya legisló sobre el particular y se está haciendo cada vez más idea general en EEUU y el resto de Europa.
El nuevo modelo neoliberal de capitalismo fue la respuesta a la crisis del petróleo de 1975 pero además fue su esfuerzo por establecer un nuevo orden económico mundial donde el comercio internacional productivo y financiero se liberalizara a todo evento.
En los países desarrollados se llevaron a cabo políticas de privatizaciones y en el resto de los países, además, fuertes disminuciones de los gastos sociales unido a desregulaciones financieras.
La finalidad de todo esto era aumentar las tasas de ganancias de los grandes consorcios industriales y crear nichos de consumo masivo, derivados de la oferta producto de los avances en tecnología y luego en informática. Este aumento espectacular de producción mundial –de sobreproducción- y de desarrollo de una burbuja financiera especulativa que es cinco veces superior a la producción mundial, es lo que entró en crisis. Una y otra están unidas: crisis de sobreproducción y burbuja financiera.
La sobreproducción y sus expectativas (el mercado) estimulan la burbuja financiera y luego la especulación. Claro que esto ocurre con los grandes conglomerados. La pequeña y mediana industria no entra en el juego: son las pequeñas sardinas frente a los tiburones. Una nacionalización definitiva de la Banca llevaría a la crisis de los grandes conglomerados, donde los mayores accionistas de estos son a la vez los grandes accionistas de la Banca.
¿Resistirán los grandes grupos industriales las “nuevas condiciones” de una Banca inmanejables para ellos? ¿Aceptaran los accionistas mayoritarios la expropiación temporal de sus bienes? La crisis es tan profunda y tan inmanejable –lo prueba el hecho de que a pesar de los cuantiosos fondos destinados por EEUU a su economía ésta aún no muestra signos de se recuperación- que es muy probable que las clases dominantes acepten ser “expropiados” temporalmente.
Claro está que lo podrán hacer luego de ya haber recibido cuantiosos aportes estatales. Y si ellos manejan los hilos del poder político –como lo siguen haciendo- entonces tanto mejor.
En Chile, la DC está planteando ir a una política de salvataje de las industrias en riesgo de quiebra. No sabemos las condiciones en que se haría, pero está claro que de acuerdo a la actual Constitución política el estado no podría asumir el rol empresarial que debiera. Lo otro sencillamente es una maniobra estilo “compra de la cartera vencida de la banca” ocurrida en época de la dictadura militar. Es decir que el Estado subsidie a costa de préstamos de los fondos de todos los chilenos (a bajos costos o sin costos, es decir con pérdida para el Estado) a las empresas hasta que estas se recuperen sin poner en cuestión su propiedad. Una política de tal naturaleza ciertamente perjudicaría a la larga a las grandes mayorías.
Sin lugar a dudas, lo que va quedando en claro es que junto a medidas de emergencia se deben debatir medidas políticas y económicas a largo plazo.
Entre las medidas a corto plazo nos parece mezquino el uso del Gobierno de tan sólo un 20% de los fondos soberanos del Cobre (para entregar bonos de 40 mil pesos a los sueldos inferiores a 450 mil pesos) que es menos del 1,4% del PIB (el uso de gastos en caso de catástrofe alcanza al 2,5% del PIB que es lo que se uso en el Transantiago). Lo lógico de todo punto de vista es que el Estado suba el impuesto a las exportaciones de Cobre (en EEUU se subirán los impuestos al petróleo) o aplique un royalty más alto que el actual del 2,5%. Y que se debata una reforma tributaria que aumente los impuestos directos, es decir a la Renta, que obviamente van a castigar las grandes fortunas y los grandes sueldos.
De igual forma el sistema provisional no puede seguir dependiendo de los vaivenes del sistema financiero internacional cual ruleta rusa, y administrado por privados para su propio peculio y el del sistema financiero internacional (donde ya se han pedido el 40 mil millones de dólares de esos fondos). Se debe volver a un sistema solidario como en los países europeos.
En el mediano y largo plazo se hace imperativo cambiar la Constitución actual, hecha a la medida del modelo neoliberal en crisis: de subsidios a los pobres, pero en realidad de apoyo a los más ricos y de exclusión del Estado de roles empresariales a todo nivel (Estado, municipalidades). Unido a esto se requiere comenzar a debatir proyectos de carácter estratégico – esta situación de crisis lo permite- que perfilen un proyecto alternativo. Es claro que no puede existir un proyecto alternativo al neoliberalismo ni al capitalismo en general en forma aislada como país. Las respuestas tendrán un componente internacional, latinoamericano para comenzar en nuestro caso, o no habrá viabilidad de un proyecto alternativo.
Lo que se ha puesto nuevamente en el debate de la izquierda es ni más ni menos el carácter socialista de tal proyecto (que ya se discute en América Latina y países europeas occidentales). De un socialismo democrático que aspire a cambiar las actuales relaciones de dominación y genere una economía sustentable que no ponga como eje el consumismo y la ganancia extrema que finalmente es la causa de los cambios climáticos, el calentamiento global y la depredación de nuestras riquezas no renovables.
Un modelo económico que ciertamente no requiere de los dueños de Bancos y de grandes consorcios empresariales (está claro que no estamos hablando de un proyecto socialdemócrata como el que seguramente nos vendrán a ofertar los líderes “progresistas” de Inglaterra y otros en Marzo de este año). Un modelo que administre socialmente la hiper producción que los avances tecnológicos permite y que ayuden a terminar con la pobreza, el hambre y las enfermedades. Un modelo económico que administre con otro carácter los avances de la genética, los separe del lucro de los consorcios farmacéuticos y sean de ayuda a la humanidad.
Para este proyecto de largo plazo se requiere comenzar a construir un nuevo instrumento político, alejado del clientelismo político y de la corruptela. Este no es un camino fácil ni corto. La crisis puede ser superada desde la óptica de un capitalismo renovado, retocado (no será la primera vez que éste sorteara una devacle) y dependerá de nosotros que logremos avanzar sustantivamente capitalizando la crisis.
La Concertación se agotó como proyecto de continuidad semi democrática de las clases dominantes, el espectáculo de las rencillas pre primarias dan lástima y es una manifestación más de la crisis política actual. La derecha por otro lado solo atina a continuar con su receta neoliberal añeja y anacrónica con las medidas de los otrora países líderes del neoliberalismo. Frei y Piñera hoy representan esas mismas ideas anacrónicas.
La candidatura de Jorge Arrate representa la posibilidad de un giro estratégico y que los socialistas nos volvamos a encontrar con nuestras más caras tradiciones y legado histórico democrático, revolucionario y socialista.
Eduardo Gutiérrez González / Comité Central del PS de Chile/ Marzo de 2009
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