por Luis Casado – 13/09/2007
Si hay algo inaceptable en el discurso irresponsable de algunos líderes de prontuario no muy limpio en materia de virtudes democráticas, es la asimilación de la acción sindical, política o reivindicativa, al vandalismo y a la violencia gratuita. Sólo en regímenes dictatoriales se practica tal abuso de lenguaje, pretexto de baja ley que suele ir acompañado de abusos de otro
tipo. Ni la delincuencia en ninguna de sus formas, ni la violencia injustificable practicada por sectores marginales de la población, ni las provocaciones de agentes al servicio de intereses inconfesables, pueden ser atribuidas gratuitamente por los líderes de la derecha a sus opositores políticos.(ver más)
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Si hay algo inaceptable en el discurso irresponsable de algunos líderes de prontuario no muy limpio en materia de virtudes democráticas, es la asimilación de la acción sindical, política o reivindicativa, al vandalismo y a la violencia gratuita. Sólo en regímenes dictatoriales se practica tal abuso de lenguaje, pretexto de baja ley que suele ir acompañado de abusos de otro tipo.
Ni la delincuencia en ninguna de sus formas, ni la violencia injustificable practicada por sectores marginales de la población, ni las provocaciones de agentes al servicio de intereses inconfesables, pueden ser atribuidas gratuitamente por los líderes de la derecha a sus opositores políticos.
Con un desparpajo digno de los peores tiempos que precedieron el golpe de estado y la dictadura, la derecha demuestra que no ha cambiado.El asesinato del cabo primero de Carabineros, Cristián Vera Contreras, hecho condenable e injustificable, le da pie a algunos esbirros de la dictadura y al Sr. Piñera –en mal de protagonismo- , para lanzar infamias en contra del Senador Alejandro Navarro y de dirigentes políticos que en la historia reciente (y pasada) de Chile han siempre sido las víctimas de la represión, nunca represores.
Con sus acusaciones gratuitas, no demostradas e indemostrables, la derecha quisiera ponerse al lado del Cuerpo de Carabineros en plan protector, señalando un culpable propiciatorio. La derecha olvida que las fuerzas armadas y carabineros todavía están pagando –y pagarán aun por cierto tiempo-, el haber servido de barbouze para realizarle el trabajo sucio a quienes estimularon el golpe de estado y el horror que le siguió durante diecisiete años.
Que se sepa, ninguno de los civiles que fue a golpear las puertas de los cuarteles ha sido juzgado. Tal honor ha recaído en quienes se apartaron de sus responsabilidades y se prestaron para cometer lo irreparable. Hace algún tiempo tuve la ocasión de compartir una cena con un joven oficial de Carabineros. Por alguna razón nuestra conversación llegó al tema de los degollados, ese horrible crimen en el que funcionarios de carabineros tuvieron la responsabilidad de todos conocida. El joven oficial me sorprendió con su visión del hecho: “Ese tipo de crimen, me dijo, es inaceptable de parte de la policía cuya primera función es proteger a la población. Nuestra formación, la que yo recibí, hace impensable la repetición de ese horror”. Y agregó: “Lo que lamentamos y lamentaremos siempre, fue el haberle servido de asesinos a sueldo a los maricones que escondieron la mano y a la hora de enfrentar la justicia se hicieron los huevones y nos dejaron solos”.
Esa noche comencé a reconciliarme con el Cuerpo de Carabineros. Y confiando en lo que me dijo el joven oficial, espero sinceramente que ni ellos, ni las fuerzas armadas vuelvan a pisar el palito del discurso meloso e irresponsable de la derecha: ese que quisiera convencer a todo el mundo que los culpables de las consecuencias de la miseria, de la explotación y de la violencia económica son sus propias víctimas.
Detrás de ese discurso no logra esconderse el verdadero objetivo de la derecha: utilizar las armas de la nación en defensa de sus propios intereses económicos. Confrontados a este tipo de provocación sabremos si la sociedad chilena, incluyendo a sus institutos armados, logra transformarse en una sociedad apaciguada en la que los llamados a la sedición y a la confrontación caen en el vacío.
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