13 dic 2007

El Botarripios y Santa María de Iquique

por Patricio Quiroga Z

Ya pronto se cumplen cien años de la matanza en la Escuela Santa María de Iquique. En recuerdo a sus víctimas y a uno de sus actores, Alfonso Guerra Cornejo, padre de nuestro amigo y compañero, Alfonso Segundo Guerra, publicamos este homenaje.

Los sucesos de la “Escuela Santa María de Iquique” (21 de diciembre, 1907) se inscriben en el doble contexto de la expansión de un sistema-mundo y de la dominación oligárquica a escala latinoamericana. La suerte del pampino es correlativa a la explotación del huasipungo y a la destrucción de la comunidad indígena y campesina en México o en Argentina. Estamos, por lo tanto, frente a un fenómeno que rebasa las historias locales. Aunque, como hecho histórico tiene las particularidades únicas e irrepetibles que se produjeron en una coyuntura crítica nacional. Entonces, relativo a la matanza acaecida en Santa María de Iquique, lo relevante para explicar el número de personas aniquiladas, son los mecanismos que explican el desborde, empresa que enfrentamos esta vez con el apoyo de la rica tradición oral que acumuló en el tesoro de sus recuerdos la familia del botarripios Alfonso Guerra

Presentación. Cuando Alfonso Guerra Cornejo arribó a la oficina salitrera “La Palma” creyó haber dejado atrás una larga estela de miseria y desolación. Nacido en Llico, en 1888, había abandonado la heredad hastiado y fastidiado por las condiciones de vida que imponía el latifundio. Molesto por lo que consideraba como la sumisión al patrón, emigró a Santiago donde conoció la vida del conventillo y saltó de trabajo en trabajo, llegando a conocer en profundidad el hambre y las secuelas de la miseria; de manera que, cuando se fue “enganchado” a probar suerte al norte grande lo hizo en la ilusión de haber logrado una posibilidad para labrar una vida mejor.

Así fue como a principios de 1906 entró a trabajar como botarripios en la oficina salitrera “La Palma”, donde al decir de Alfonso Segundo…

”Inmediatamente se percató que el Dorado estaba lejos, las condiciones de vida en medio de esas soledades eran paupérrimas, las jornadas de trabajo eran extremadamente largas, no había legislación laboral, los trabajadores tenían que comprar sus herramientas. No era todo, escaseaba el agua que había que comprarla, el salario era pagado en ‘fichas’ y la ‘pulpería’ convertía al trabajador en un cliente cautivo y endeudado. Incluso la famosa ‘carreta enflorá’, es decir, el servicio de prostitución que brindaba servicios de oficina en oficina, cada cierto tiempo, era una fórmula de extracción del magro salario, esmirriado también por la proliferación de la venta de alcohol. Ahora bien, si agregamos a esta situación la inclemencia del desierto con sus secuelas de polvo y soledad, recién vislumbraremos la reacción de mi padre en 1907, un joven de 17 años que ya convertido en obrero del salitre, no dudo en incorporarse a la protesta de lo que llamaba los parias del capital"

El testimonio oral que nos presenta Alfonso Segundo a cien años de la “Hecatombe”, como denominaron los pampinos a la matanza de la “Escuela Santa María de Iquique”, permite volver sobre un tema ya tratado por avezadas plumas. El objeto de este trabajo, entonces, es rendir un homenaje sobre un asunto del cual escuché hablar muchas veces a mi propio padre porque cuando bajaba de Zapiga a Iquique llevando para vender productos de pan llevar aún escuchaba en susurros relatos de la matanza. Es también la ocasión para aportar con puntos de vista del lego en la materia a la ya larga contribución que nos brindan los especialistas en el período.

Los sucesos. Según Alfonso Segundo su padre se había venido al norte encandilado al escuchar las palabras de un hombre de levita del cual lo que más recordaba eran sus brillantes colleras, el sombrero de tongo y la facilidad de la palabra; se trata sin duda de un enganchador. El impacto entre las expectativas de vida y la realidad debió haber sido brusco al llegar, de manera que es absolutamente comprensible la decisión de votar la huelga, preparar un pequeño apero para el viaje, subir a una carreta y comenzar la bajada a Iquique.

En realidad Alfonso, el barrerripios, llegó al norte grande en circunstancias que en los campamentos salitreros era evidente la presencia de un profundo malestar pampino presente desde hacía ya un par de décadas y que desde 1904 - a lo menos - se había transformado en la acción política que derivó en la coyuntura crítica de fines de 1907. En efecto, en 1904 la preocupación de las autoridades sobre la “cuestión social” se reflejó en la creación de la “Comisión Consultiva del Norte”.......(Leer todo el artículo)

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