Ya pronto se cumplen cien años de la matanza en la Escuela Santa María de Iquique. En recuerdo a sus víctimas y a uno de sus actores, Alfonso Guerra Cornejo, padre de nuestro amigo y compañero, Alfonso Segundo Guerra, publicamos este homenaje.
Los sucesos de la “Escuela Santa María de Iquique” (21 de diciembre, 1907) se inscriben en el doble contexto de la expansión de un sistema-mundo y de la dominación oligárquica a escala latinoamericana. La suerte del pampino es correlativa a la explotación del huasipungo y a la destrucción de la comunidad indígena y campesina en México o en Argentina. Estamos, por lo tanto, frente a un fenómeno que rebasa las historias locales. Aunque, como hecho histórico tiene las particularidades únicas e irrepetibles que se produjeron en una coyuntura crítica nacional. Entonces, relativo a la matanza acaecida en Santa María de Iquique, lo relevante para explicar el número de personas aniquiladas, son los mecanismos que explican el desborde, empresa que enfrentamos esta vez con el apoyo de la rica tradición oral que acumuló en el tesoro de sus recuerdos la familia del botarripios Alfonso Guerra
Presentación. Cuando Alfonso Guerra Cornejo arribó a la oficina salitrera “
El testimonio oral que nos presenta Alfonso Segundo a cien años de la “Hecatombe”, como denominaron los pampinos a la matanza de la “Escuela Santa María de Iquique”, permite volver sobre un tema ya tratado por avezadas plumas. El objeto de este trabajo, entonces, es rendir un homenaje sobre un asunto del cual escuché hablar muchas veces a mi propio padre porque cuando bajaba de Zapiga a Iquique llevando para vender productos de pan llevar aún escuchaba en susurros relatos de la matanza. Es también la ocasión para aportar con puntos de vista del lego en la materia a la ya larga contribución que nos brindan los especialistas en el período.
Los sucesos. Según Alfonso Segundo su padre se había venido al norte encandilado al escuchar las palabras de un hombre de levita del cual lo que más recordaba eran sus brillantes colleras, el sombrero de tongo y la facilidad de la palabra; se trata sin duda de un enganchador. El impacto entre las expectativas de vida y la realidad debió haber sido brusco al llegar, de manera que es absolutamente comprensible la decisión de votar la huelga, preparar un pequeño apero para el viaje, subir a una carreta y comenzar la bajada a Iquique.
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