2 ene 2008

Crónica personal de un escándalo

Por Nelson Ávila (Revista "Que Pasa")

Este caso ha representado para mí una gran decepción mirado desde una perspectiva institucional. Pareciera que un espeso manto de impunidad se hubiere desplegado generosamente para tutelar ciertos nombres. El propio Senado, nada menos que a través de su "Comisión de Ética" le dio un "espaldarazo" al entonces senador Vega. Se dijo que éste "no cometió ningún acto reñido con su condición de parlamentario en la cuestionada compra de aviones Mirage". Así, sin sopesar antecedente alguno. Era la más pura y descarnada expresión de solidaridad corporativa.

Mi incursión en el "caso Mirage", arranca en 1997. Fue en una conversación reservada que sostuve con el ex ministro de Defensa, Edmundo Pérez Yoma. Le informé en esa oportunidad sobre cierta revelación muy delicada que había recibido desde Bélgica. Percibí de inmediato en él la incomodidad que producían allí los cuestionamientos en un ámbito tan sensible como la probidad. Sospeché que se pensó en una reanudación de mis "ataques" a la Fuerza Aérea, como si del "rattan" elevara el vuelo de las "agresiones", apuntando ahora a los Mirage. Por eso, transcurrió el tiempo, sin reacción alguna. Ese estado de "anomia" institucional puede explicarse por el hecho de que en realidad esa vez carecía de respaldos sólidos.

Sin embargo, dos o tres meses después, concretamente el 7 de noviembre de 1998, Qué Pasa informó del tema en un consistente reportaje titulado "Pistas belgas". Confirmó todo lo que me había llegado por una vía asaz curiosa: un chileno que vive en Bélgica resultó amigo de un integrante del equipo que practicó el allanamiento al domicilio particular del general Jacques Lefebvre. El militar se suicidaría en marzo de 1995. En una de las carpetas requisadas le encontraron documentos relacionados con la venta a nuestro país de "20 Mirage" de segunda mano, cuya "modernización" había sido un sonado escándalo. Se contemplaba de "regalo" otros cinco, pero sin estar actualizados tecnológicamente. En esos secretos papeles estaba la huella de los depósitos a favor del llamado "dispositivo chileno". En lo que insistió mucho la persona relacionada con este hallazgo fue que Bélgica había "hecho la pérdida" de estos aviones y la jugada consistía en poder venderlos a algún país en que se dieran las condiciones apetecidas. Así, todo sería ganancia.

El 7 de enero de 1999 le entregué personalmente una carta al ministro de Defensa, José Florencio Guzmán. En ella consigné, destacadas, las declaraciones recogidas al general Lefebvre, antes de su muerte. Dijo: "Luego de las pesquisas a Europavia, el 3 de marzo de 1995, los documentos relativos a Chile han sido encontrados. Estos son confidenciales. Su divulgación en los medios sería catastrófica, ya que descubriría la red local y nuestros agentes estarían en dificultades".

El citado ministro Guzmán me contestó el 13 de enero de 1999, diciéndome que había dispuesto "una investigación sumaria, a partir de los antecedentes que obran en la institución". Pidió, además, al embajador Hugo Cubillos que informara detalladamente sobre el asunto. Éste lo hizo. El secretario de Estado me dio cuenta de ello en una misiva del 26 de enero de 1999. Allí expone: "El abogado Spreutels expresó que a la fecha no existía ninguna investigación sobre la venta de aviones Mirage-Mirsip a Chile que estuviera radicada en los tribunales belgas". Eso era formalmente correcto. Pero el problema no era tan simple. A decir verdad todos los antecedentes se encontraban en la circunscripción de Liège, en el marco del proceso "Mirsip". Específicamente, en la denuncia número 50.767 del 14 de mayo de 1997.......(Leer todo el artículo)


1 comentario:

Anónimo dijo...

El 17 de enero de 1999 viajé a Bruselas, donde fui recibido en audiencia especial por el juez Daniel Fransen y todo su equipo investigador. Le expuse la importancia de remitir un exhorto a Chile y así formalizar el caso. Además eso permitía sacar de su serena vigilia a las autoridades competentes. Di cuenta de todo lo obrado por mí hasta ese momento. Al magistrado le costaba entender que no se hubiese producido una actuación de oficio, vista la gravedad de la denuncia. Y, además, que nadie en Chile, aparte de mí, se hubiera empeñado en tomar contacto con él.

Vi la necesidad de dejar un representante en Bélgica, por si fuesen necesarios nuevos contactos con el juez, pero sobre todo para conseguir mayores antecedentes: otorgué un poder simple con fecha 20 de enero de 1999 al abogado monsieur Thibault Bouvier de la ciudad de Namur.

El 29 del mismo mes y año hice entrega al ministro José Florencio Guzmán de una carpeta con 15 documentos que obtuve en Bruselas, entre los cuales sólo menciono tres de los más relevantes:
1) Declaración del general Lefebvre prestada al tribunal (folios 016077 al 82) en la cual éste admite que para lograr la operación de la venta de los Mirage a Chile se necesitaba "un dispositivo local" competente.
2) Carta del mismo general donde designa como su único interlocutor a Francois de Smet, calificándolo de "pantalla" de Carlos Honzik, el negociador oficial.
3) Denuncia 50.767 donde se describe el "procedimiento" para repartir en Chile los 15 millones de dólares. Al final, concluyo: "La sola relación de los documentos ya citados, indica que estamos en presencia de un hecho de corrupción de vastas proyecciones".

Importante también fue mi visita a la Office General de L'Aire (OGA), 33 Av. Champs Elysées 8, París. Mi intención era entrevistarme con el secretario general, señor Philippe Verpilleux. No fue posible. Pero un contacto casual e inesperado me ilustró sobre la "tecnología del soborno" que aplican los gestores en el negocio de las armas. Éstos elaboran una especie de mapa genealógico. Es decir, marcan las vías de la consanguinidad para llegar al "punto neurálgico". Si surge una ocasión propicia, tocan al familiar más "vulnerable". Desde luego, ya saben todo de él. Están en condiciones de ubicarlo prestamente, me aclaró.

También intenté conversar con F. Delamare, de la compañía Dassault, constructora de los aviones y que estuvo a cargo de su "modernización" por encargo de Sabca. Es decir, la misma firma que los vendió a Chile. Se hizo la gestión a través del embajador en Francia, Fabio Vio, pero sin éxito.
El 2004, después de numerosos esfuerzos fallidos por relevar el tema, decidí solicitar un ministro en visita. Ello, por las repercusiones públicas que volvían a tener estos hechos, gracias a la actuación de la jueza Sandra Rojas y al posible viaje del magistrado a cargo de la investigación en Bélgica.

El 22 de abril entregué el documento. En el mismo hago notar la condición de "intermediario fantasma" que asumió el yerno del ex senador Ramón Vega, Bernardo Van Meer. Este último, debido al nexo familiar, se hizo "representar" por el señor Francisco de Smet, a quien el propio Lefebvre calificó muy certeramente de "pantalla". Concluí señalando al señor Marcos Libedinsky, presidente de la Corte Suprema en ese momento, que "sucesos de muchísima menor magnitud y relevancia han derivado en parlamentarios no sólo desaforados, sino que con sentencias ejemplificadoras en su contra".

El ministro Libedinsky ni siquiera se dignó responder el oficio. Confío en que algún día sepamos sus motivos.

En mayo de 2004, con una carta presentada por el presidente del Senado, Hernán Larraín, intenté una nueva entrevista con el juez Fransen. Esta vez todas las instancias se habían tornado herméticas, por las derivaciones políticas que la investigación estaba teniendo en Europa. Lo de Chile era sólo una arista. Aunque en ningún caso menor. De todos modos, entregué copia traducida al francés del documento ingresado en el máximo tribunal chileno. Éste, desgraciadamente para el efecto buscado, lo presidía el señor Libedinsky.

Este caso ha representado para mí una gran decepción mirado desde una perspectiva institucional. Pareciera que un espeso manto de impunidad se hubiere desplegado generosamente para tutelar ciertos nombres. El propio Senado, nada menos que a través de su "Comisión de Ética", la semana del 17 de enero de 2004 le dio un "espaldarazo" al entonces senador Vega. Se dijo que éste "no cometió ningún acto reñido con su condición de parlamentario en la cuestionada compra de aviones Mirage". Así, sin sopesar antecedente alguno. Era la más pura y descarnada expresión de solidaridad corporativa. Una vez más quedé solo. Parafraseando a Voltaire, diría que es peligroso tener razón cuando algunos omnipotentes están equivocados.

De todos modos, he oído que la perseverancia es invencible.