15 feb 2008

¿Quién responde por la desaceleración económica?

por Hugo Fazio economista, CENDA


Las últimas cifras de actividad económicas dadas a conocer muestran claramente la desaceleración producida en la actividad económica interna. Los datos son tan fuertes que es imposible no constatarlo. Pero, las autoridades los remiten a fenómenos producidos en sectores determinados o a hechos puntuales. De esa manera ocultan que en parte es consecuencia de las políticas económicas en aplicación o de la lentitud para enfrentar o neutralizar los efectos negativos de fenómenos en desarrollo ya por un periodo no reducido de tiempo.

¿Quién responde por la desaceleración económica?

La ministra de Hacienda subrogante, María Olivia Recart, al darse a conocer el indicador mensual de actividad económica de diciembre de 2007, con un crecimiento en doce meses de 3,7%, calificó lo acontecido en el año de “positivo”, tomando como referencia el incremento promedio anual de 5,1%. Es una manera de tratar de desconocer la realidad tapándose los ojos. Las cifras lo que realmente indican fue que la economía se desaceleró nuevamente en forma pronunciada, alejándose marcadamente de las estimaciones oficiales. Ya en 2006 la actividad creció en sólo 4% cuando las proyecciones del Banco Central entregaban una tasa de aumento de 5,25% a 6,25%.

Si se quiere examinar la realidad debe partirse de la base que el Imacec del segundo semestre de 2007 creció un 4,2%, más de un punto porcentual por debajo del indicador de tendencia de expansión anual establecido cuando se elaboró el presupuesto, fijado en 5,3%. Incluso en el mes de septiembre en su informe de política monetario el Banco Central proyectó una variación del producto en el año en un rango de 5,75% a 6,25%, lo cual significó estimar un aumento de la producción de bienes y servicios en el segundo semestre de más o menos un 6%, considerando que el promedio mensual acumulado en enero-junio era de 6,1%.

La explicación entregada por el Banco Central en su reunión de política monetaria de febrero fue que “en lo interno, la actividad económica ha estado algo menos dinámica de lo previsto, por el menor crecimiento en algunos sectores específicos” (08/02/07), sin profundizar en las razones de por qué ello acontecía. En su análisis no hay referencias a las políticas seguidas. Esta reducción en los niveles de actividad se produjo en un contexto internacional que en 2007 fue todavía favorable para el país, situación que se sabe se modificará durante 2008 dada la recesión que afecta a la economía norteamericana, la desaceleración global en curso y que la evolución de los países en desarrollo no se encuentra desacoplada de lo que acontezca en los centrales. Hasta la fecha, en el año la cotización promedio del cobre vuelve a encontrarse por encima de su nivel en el mismo lapso de 2007 y los inventarios en las bolsas de metales han descendido. Mientras esto acontezca los efectos negativos en el país de los procesos en EE.UU. y Europa son parcialmente contrarrestados. Por tanto, cabe preguntarse que acontecerá al desaparecer estas circunstancias positivas. La economía de EE.UU. no se encuentra, como expresó el Banco Central, en “un escenario más negativo” sino que abiertamente en recesión.

Una consideración a hacerse es cómo el país aprovechó o no las condiciones extraordinarias favorables vividas en los últimos años por el escenario externo: altos precios de los principales productos de exportación del país; una demanda por recursos primarios- base de las ventas chilenas- muy elevada procedente en lo fundamental desde Asia por los procesos de industrialización y el incremento de la demanda interna vívida en países como China e India; un crecimiento promedio global durante varios años muy superior a periodos anteriores; y condiciones de financiamiento en los mercados internacionales muy ventajosos hasta que a mediados de 2007 se inició la crisis de liquidez y contracción crediticia frente, a la cual se sostuvo permanentemente por las autoridades económicas que, como solía decir el ministro Andrés Velasco, el país se encontraría “blindado”.

Todavía a mediados de enero, al presentarse por el presidente del Banco Central, José De Gregorio, los informes en el senado de Política Monetaria y de Estabilidad Financiera, se insistió en afirmar en el escenario considerado como base que los efectos de lo acontecido en los países desarrollados sería en términos de crecimiento “bastante acotados”. “Así – se agregó textualmente- un escenario en que los efectos de la actividad mundial y en los términos de intercambio sean acotados, no debería implicar un deterioro muy significativo en las economías emergentes. En todo caso – se concluyó-, el actual esquema de políticas en Chile facilita tanto la mantención de un normal acceso a los mercados financieros externos en periodos de turbulencias, como el ajuste macroeconómico ante un aumento del costo de fondos externos”.

¿Cómo se aprovechó o no el período de las “vacas gordas”? Para graficarlo basta un par de ejemplos salientes. Fiscalmente se acumularan gigantescos superávit colocados básicamente en activos en los mercados financieros internacionales, cuya vulnerabilidad se acentuó en el curso de la crisis en desarrollo. Las empresas exportadoras cupríferas privadas han obtenido a su vez utilidades gigantescas. Minera Escondida, controlada por el consorcio angloaustraliano BHP Billiton, al dar a conocer sus resultados durante 2007 contabilizó una utilidad anual de US$6.467 millones, un 21,5% superior al año precedente. Las ganancias excesivas, con rentabilidades muy superiores a cualquier promedio mundial, quedan en poder de las empresas que explotan los recursos naturales y no del país. ¿Se”blinda” así a la economía chilena? El sentido común indica que no.

El “actual esquema de política en Chile”, del cual habló el presidente del Banco Central, en vez de fortalecer la capacidad del país de enfrentar emergencias en muchos casos la debilita. Entre las explicaciones más de fondo de la desaceleración económica se encuentra, por ejemplo, la política cambiaria del Banco Central de dejar al “mercado” la superación de los desequilibrios, lo cual afecta a sectores muy amplios. ¿Podrán estas actividades en este condiciones adoptar medidas “pro crecimiento”?. “El peso – dijo en su informe de enero José de Gregorio- (…) se ha apreciado respecto del dólar, reflejo de la tendencia global a la depreciación de la moneda norteamericana”. Ello es así, sin duda, pero hace todavía más inexplicable que el Banco Central lo constate y nada haga para enfrentarlo.

En la desaceleración económica influye, al mismo tiempo, el curso inflacionario, que reduce la capacidad adquisitiva de un alto porcentaje de los chilenos, particularmente al expresarse con particular fuerza en los alimentos. ¿Pueden frente en este impacto las autoridades limitarse sólo a constatar que “el mecanismo de los precios de los alimentos en Chile ha sido bastante superior al de otras economías”? Ya no es posible explicarlo por los impactos climáticos negativos del invierno pasado. En 2007, los alimentos no perecibles tuvieron un “incremento anual del orden de 15% (….), que se contrasta con un aumento promedio algo menor a 2% entre el 2000 y el 2006”. Por tanto, la explicación ya no reside únicamente en hechos puntuales -como las heladas- sino que debe pensarse en políticas para amortiguar las causas de la inflación o reducir sus efectos negativos sobre la población. Agravando este impacto negativo se ha aplicado una política de contención de los reajustes salariales.

Por lo demás, las tarifas reguladas en servicios básicos, salvo en el caso del Transantiago, han tenido un crecimiento espectacular. La regulación se efectuó no pensando en los consumidores sino en las rentabilidades empresariales que se busca garantizar.

También influye en el menor crecimiento la crisis energética en desarrollo, en la cual repercuten factores climáticos, que siempre constituyen una variable a tener en consideración, pero no sólo ellos. Se trata de una crisis que existía un alto porcentaje de posibilidades que se produjese y que puede aún agravarse. La actitud lógica era colocarse frente a las variables posibles menos favorables . Eso es lo que no se hizo. En diciembre, el ministro de Energía, Marcelo Tokman, afirmó que “si en 2008 se repiten las condiciones adversas en términos de hidrología y de envíos de gas, no hay lugar a dudas que estamos mejor preparados para enfrentarlas”. La paralización de Nehuenco I, que restó al SIC 370

MW, y la reducción en un 40% de las reservas en los embalses modificaron en el escenario. Ninguno de los dos hechos era impredecible. La central de Colbún falló debido a su uso intensivo en base a diésel cuando fue construida para ser utilizada con gas natural, y los informes meteorológicos negativos no aparecieron súbitamente. Las medidas gubernamentales anunciadas en febrero buscan reducir el consumo, lo que pudo hacerse antes. Los estímulos extraordinarios, entregados al capital privado no fueron suficientes. Una vez más se manifiesta crudamente el débil papel desempeñado por el Estado y los costos que pueden producirse si se espera que los equilibrios los resuelva un “mercado” por lo demás marcadamente oligopólico.

“Estimamos- concluyó en su exposición De Gregorio- que en la coyuntura actual estamos en posición de una macroeconomía sana, con el empleo y el crecimiento, las tasas de interés y el tipo de cambio, todos no muy alejados de sus tendencias de largo plazo”. En verdad las tasas de desempleo volvieron al finalizar 2007 a elevarse en doce meses, cuando ya ha transcurrido una década desde la recesión de 2008 y sin que nunca hayan vuelto al nivel previo de ella. La economía se desacelera. El tipo de cambio experimenta una apreciación muy fuerte.


En cuanto a las tasas de interés desde diciembre pasado al Banco Central volvió a subirlas en momentos en que la economía chilena y mundial se contraía. ¿Se enfrenta así en las mejores condiciones la nueva etapa en que se encuentra la economía global? ¡Es hora de reaccionar!.

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