Un funcionamiento económico satisfactorio incluye muchos aspectos, pero en Chile los “tres cincos” -un crecimiento de al menos un 5%, una inflación no superior a 5% y un desempleo no superior a 5%- son buenos indicadores de síntesis. Los tres están “fuera de trayectoria”.
Frente a estas turbulencias, el peligro principal está en…los expertos. Los hay de dos tipos que son peligrosos. Algunos engarzan muy bien con la tradición que tiene en el presidente Barros Luco su mejor representante: “los problemas son de dos tipos, los que no tienen solución y los que se arreglan solos”. Es el credo liberal de los ajustes automáticos: no hagamos nada, o lo menos posible, los gobiernos no están para actuar, es mejor que los desequilibrios se absorban solos y se deje a los mercados el máximo de flexibilidad sin intervenciones que solo agravan los problemas. Desde la crisis de 1929 se sabe que esta receta no hace más que dañar a las economías.
La otra versión es la del activismo brusco que lleva a cazar moscas con escopeta. Sus recomendaciones suelen ser: si hay inflación, súbase fuertemente la tasa de interés para que el Banco Central “sea creíble” y exíjase al gobierno bajar el gasto. Si el origen de la inflación es importado, mala suerte: el riesgo de difusión de la inflación debe atacarse con medios recesivos rápidos y masivos. Estas políticas de tasas de interés altas y contracciones del gasto público invariablemente terminan deprimiendo la economía y provocando un incremento del desempleo como en 1975, 1982 y 1999.
Lo que cabe hacer es diagnosticar bien el problema:
- la inflación se explica hoy por aumentos de costos originados en fenómenos externos (petróleo y alimentos), no por exceso de demanda.
- El consumo interno viene creciendo menos desde fines de 2007. No hay que contraerlo más, pues puede desplomarse.
- Por tanto, no hay que subir las tasas de interés afectando a los consumidores y a los productores ni disminuir el gasto público (se debe respetar la regla anticíclica en vigencia), pues esto deprime la actividad innecesariamente.
- El propio efecto de la pérdida del poder adquisitivo moderará el consumo.
- Hay que establecer un horizonte de 24 meses para volver a la meta de inflación.
- Hay que actuar conteniendo el alza de combustibles en lo que tiene de temporal modulando no tanto el impuesto específico (que se aplica a las cantidades consumidas) como el IVA, limitando la recaudación a la que resulte del valor del petróleo de largo plazo.
- Hay que restablecer urgentemente los ingresos de los más pobres perdidos con la inflación si no queremos un aumento rápido de la pobreza. Bonos trimestrales compensatorios a las familias de ingresos más débiles mientras dure la emergencia de precios altos de la energía y los alimentos son posibles y justos… si es que no se tiene a los dogmas neoliberales y las instituciones que los defienden como guías de conducta.
Los economistas chilenos de esta corriente han demostrado ser lo suficientemente incompetentes como para que no sea recomendable seguir sus recetas recesivas.
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