15 sept 2008

Desestabilización en Bolivia: el legado que faltaba a la administración Bush

por Juan Francisco Coloane, diario "El Mostrador"

La reunión de este lunes en Santiago de Chile, con motivo de la UNASUR es oficiosa en la intermediación para detener más daño cívico, pero es demasiado tarde para impedir la decisión ya tomada entre el poder corporativo de las regiones antagónicas al Gobierno de Evo Morales y el gobierno estadounidense de la actual administración republicana para derrocar al gobierno boliviano.

La gravedad de esta crisis boliviana no lo es por las implicancias de desestabilización regional que podrían, hasta el momento, ser mínimas. La gravedad está en la prerrogativa que se arroga Estados Unidos de intervenir en los asuntos políticos internos de un país con la posibilidad de provocar un quiebre institucional. La probable crisis regional que algunos atisban no es en la región en sí misma, sino en la continua ascendencia y en algunos casos más extremos, en el intervencionismo de la política exterior de EE.UU. en los estados en América Latina contando con el apoyo de aliados internos en los países.

Estados Unidos y la Alianza Transatlántica, considerando la asonada rusa en el Cáucaso y otros movimientos en Asia, entra en la fase más radical de reorganizar el actual orden político internacional con la confirmación de ciertos “alineamientos duros” basados en coordenadas de proximidad geográfica. Bolivia, como Venezuela, o cualquier país de esta parte del hemisferio occidental deben alinearse. La oligarquía boliviana estará defendiendo las prerrogativas de su riqueza, sin embargo para EE.UU. el alcance es mayor y más estratégico.

La práctica de formar alianzas entre un poder externo y otro interno para desestabilizar un gobierno, y con ello amenazar la integridad de un Estado, está más vigente que nunca. EEUU regresa a operaciones que se pensaban erradicadas. Sin embargo era un espejismo, porque al pensar que la invasión a Irak quedó atrás, por lo observado en Bolivia, queda claro que la actual administración republicana debe finalizar su mandato con una línea de continuidad en su política exterior, es decir, intervención de los Estados renuentes a encuadrarse en la única óptica o matriz posible: adopción irrestricta con los principios de la alianza occidental, preservar la privatización, la desregulación, y apertura de mercados.
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