13 jul 2009

La cultura política dominante del Partido Socialista

por Gregorio Angelcos* "Revista Avance"

Si algo ha caracterizado a nuestros teóricos del socialismo universal, es el uso del análisis multidisciplinario para comprender los procesos humanos más complejos. Es así como se sintetizan en una crítica al capitalismo, la sociología con la historia, la economía política, la ciencia política, la antropología social y cultural, hasta la sicología social. De esta variada gama de las Ciencias Sociales se elaboran estudios destinados a comprender los distintos fenómenos que subyacen en la Estructura que organiza a un determinado número de hombres en la sociedad.

Por ejemplo, Antonio Gramsci define el concepto de hegemonía, como un proceso por medio del cual, un grupo dominante se legitima ante los dominados y los dominados terminan por naturalizar y asumir como deseable la dominación.

Por su parte, Louis Althusser propuso que el ámbito de la ideología (el principal componente de la cultura) es un reflejo de los intereses de la élite, y que a través de los aparatos ideológicos del Estado se reproducen en el tiempo.

Estas dos definiciones son categóricas para relacionarlas con el proceso de consolidación de una forma de poder instalada por el grupo político que personifica Camilo al interior del Partido Socialista.

Camilo y la “Nueva Izquierda” son una suborgánica que ha ido consolidando una subcultura vertical, con un modelo rígido, concentrador y dominador en la elaboración de estrategias de corte totalitario, donde las minorías son irrelevantes en cuanto a su predisposición para generar un debate crítico en la lucha de tendencias, que es indispensable para el enriquecimiento del proyecto teórico de un partido histórico en la política chilena, como es, el Partido Socialista de Chile.

Y en este proceso ha contado con aliados como la cúpula de la otrora denominada Megatendencia, para articular una correlación de fuerzas destinada a preservar una mayoría que legitime en las urnas su visión de país, que a todas luces, poco y nada tiene de contenido socialista.

Estos grupos de poder hablan desde un principio de autoridad, y por tanto, anulan todo debate que debe estar contextualizado por la igualdad política, antecedente necesario, para preservar los equilibrios en la discusión teórica en cualquier referente político de la izquierda chilena.

Si hay hegemonía no hay democracia, y la ideología que se impone es una expresión de complicidad con el modelo cultural y político que se nos impone como formas de dominación de las minorías superestructurales que componen los referentes políticos de gobierno y de oposición, con excepción de algunas minorías críticas al modelo hegemónico que rige la vida de todos los chilenos.

Michel Foucault en el conocido debate de noviembre de 1971 en Holanda con Noam Chomsky, respondiendo la pregunta si la sociedad capitalista era democrática, además de contestar negativamente, argumentando que una sociedad democrática se basa en el efectivo ejercicio del poder por una población en la que nadie esté dividido u ordenada jerárquicamente en clases, sostiene que de manera general todos los sistemas de enseñanza, los cuales aparecen simplemente como trasmisores de conocimientos aparentemente neutrales, están hechos para mantener cierta clase social en el poder, y excluir los instrumentos de poder de otras clases sociales.

La simpleza analítica de Eduardo Rojas consiste en ignorar o no comprender que los procesos humanos trasladados a la vida cotidiana de los partidos políticos, incorporan fenómenos en que la realidad se articula sobre la relación teoría y experiencias concretas, y que la política está determinada por fenómenos económicos y culturales que posibilitan que una orgánica tenga un determinado perfil de identidad.

Por cultura política se entiende la simbología del poder (emblemas, himnos, escudos, banderas, colores, consignas, mitos fundacionales), los discursos, artificios retóricos o teatrales desde los cuales se construye o se legitima la autoridad política, o los rituales y ceremonias a través de los cuales se renuevan los vínculos políticos en una sociedad (mítines, manifestaciones, celebraciones).

Todos estos elementos se conservan formalmente, pero es evidente que el Camilismo imperante en el poder, dejó de creer hace mucho tiempo en su propia historia y en el conjunto de valores que la sostienen, es como si los cristianos llegasen a la conclusión que Dios no existe, lo que significaría el término esencial que fundamente su teología, lo que llamaría a su extinción. Pero el dogma, por cierto discutible, no puede ser sustituido por un concepto diferente.

La cultura socialista, vale decir, el conjunto de interacciones desarrolladas en la convivencia socialista, que va desde los bajos ingresos salariales de sus militantes que trabajan en el mercado, y que asumen en conciencia y con escaso poder de apoyo y representación sindical, los embates de la explotación, hasta su enajenación en materias de acceso al conocimiento, se ve disminuida frente a estas cúpulas cultas y con suficiente dinero para reproducirse en el poder cuantas veces sea necesario.

Estamos en un partido político corporativo y de clases, donde la tecnocracia creada por esta oligarquía, puede subordinar con facilidad a militantes frágiles y pauperizados, en un escenario de desigualdad política, de desigualdad económica y desigualdad cultural.

Y por estas razones, sostengo con fuerza las afirmaciones de mi artículo: Don Camilo y la doctrina de la intolerancia y el poder sin contenidos.

El pueblo socialista esta desmembrado y aislado, carente de verdaderas expectativas de futuro, y exento de una plataforma política asociada a sus intereses que pueda defender en la discusión teórica y en las movilizaciones callejeras.

Los hombres que pensamos y actuamos en política, no hablamos desde una perspectiva neutra, sino desde una posición política activa y comprometida con una mirada de país.

Necesitamos transformar esta realidad, nacionalizando bienes tan esenciales como el agua, necesitamos aranceles diferenciados en los servicios básicos para mejorar la calidad de vida de los pobres, debemos crear una nueva Constitución Política del Estado, establecer mejores equilibrios entre el mundo sindical y el mundo empresarial, y qué decir de la educación pública y la salud; estos son verdaderos contenidos de una política socialista.

La crisis especulativa en que se vieron envueltos los conglomerados farmacéuticos es una prueba de que el tema continúa dándose por los conflictos de intereses entre el pueblo “y los chupa sangre”, usando el propio lenguaje de Camilo, por esto hay izquierda extraparlamentaria, y un lenguaje contestario de la sociedad civil: Un rechazo a la política formal. Se ha perdido la credibilidad, y ha llegado el momento de actuar para iniciar un nuevo proceso de cambios, sin “leyes científicas” como las que intenta develar en mi análisis anterior Eduardo Rojas.

Un intelectual debe estar siempre exento de autoritarismo, sólo se convierte en una voz crítica, necesaria e indispensable para refutar y argumentar en una dirección diferente a los lugares comunes que merodean el lenguaje de la política oficial. Sin prejuicios, sin resentimientos, sólo con las herramientas que nos viene proporcionado la historia de las ideas del socialismo universal. Hasta la victoria siempre.

* El autor es Escritor, Periodista y Licenciado en Comunicación Social, se desempeña en la actualidad como Vicepresidente de la Sociedad de Escritores de Chile. Ingresó a la Juventud Socialista en noviembre de 1972 y vivió sus años de dictadura formando parte de la resistencia para recuperar nuestra democracia.

13/07/2009

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