18 feb 2008

Internacional. Socorro, ¡vuelve el comunismo!

Escribe Luis Casado

Hace un par de días una emisión de la televisión francesa mostró a dos eminentes liberales, -Jean Arthuis, ex ministro de finanzas de Chirac, y Jacques Attali, ex consejero de Mitterrand y actual gurú de Sarkozy-, coincidiendo en que una eventual nacionalización de la banca y del crédito no es tan descabellada.

“Al mirar la declaración de motivos de las leyes que nacionalizaron el sistema bancario en Francia en 1944 (De Gaulle) y en 1981 (Mitterrand), uno queda sorprendido por la similitud de los objetivos invocados: poner la Banca al servicio de la empresa, hacer de la banca una simple herramienta, un simple intermediario que favorezca a los creadores de riqueza” (Bernard Maris).

Hoy por hoy la banca no está en eso.

La banca planetaria está en el fraude y la especulación que producen crisis financieras como los “subprimes” (con pérdidas que nadie se atreve a cifrar, pero que superan los 500 mil millones de dólares), o escándalos como el increíble “faux pas” de Jérôme Kerviel, “trader” que le hizo perder cinco mil millones de Euros a la Société Générale especulando por cuenta de la casa.

Ahora bien, ¿qué es un banco?: una empresa que no tiene un cobre, que pide dinero prestado para prestarlo a su vez y de pasada cobra una comisión. El banco transforma el dinero que pones en depósitos a vista, cada día, en préstamos a 20, 30 años o más. El banco transforma el instante en duración. Un banco ¿debe especular? Uno imagina que no, que las economías de quién ahorra no se usan para especular... Pero hoy en día la especulación representa una parte sustancial de sus beneficios (o de sus pérdidas como es el caso ahora).

La crisis generada por los créditos basura es tan profunda que hace dos semanas se reunieron en Londres Mister Gordon Brown, il Signore Romano Prodi, Frau Angela Merkel y Monsieur Nicolas Sarkozy para intentar ponerse de acuerdo en el qué hacer.

El francés dijo: “Es tiempo de poner algo de transparencia, y nuevas reglas prudentes en los sistemas financieros, y preferir prestarle a aquel que emprende y crea riqueza en vez de a aquel que quiere comprar para destruir y especular”. ¡Dios le oiga!

Porque en los EEUU hay quién propone nacionalizar los créditos inmobiliarios, quienes ya lo hicieron comprándole a precio de oro los créditos basura a bancos técnicamente quebrados, y quién sugiere intervenir el mercado financiero para estabilizar las tasas de interés durante cinco años.

De ahí a que reinventen el Gosplan hay solo un paso. Socorro, ¡vuelve el comunismo!

En Gran Bretaña, cuna del liberalismo, -que dicho sea de paso hasta hace poco tenía “su economía blindada”-, Mr. Alistair Darling, Chancellor of the Exchequer, en fin, el Velasco local, tuvo que tragarse el sombrero al anunciar la decisión del gobierno británico de nacionalizar “de forma temporal” el banco Northern Rock que entró en crisis el año pasado. El banco ya estaba nacionalizado en la práctica porque desde septiembre sus depósitos tenían la garantía del Tesoro de su graciosa majestad.

Según la prensa europea “Era lo que los liberales-demócratas habían definido como una "nacionalización de los riesgos y la privatización de los posibles beneficios"”.

Ya ves que en todos los sitios se cuecen habas y en Chile ¡a calderadas! Que uno sepa la banca de la copia feliz del edén es tan confiable que los depósitos del personal están garantizados por Papá Estado. Algo así como las “oportunidades de negocios para la inversión privada” creadas por el gobierno: ¡ahí si que hay blindaje!

Veremos si ante esta nacionalización que perturba “la justa y dura ley del mercado” la Comisión de Bruselas, -el gobierno europeo-, pone el grito en el cielo como lo hace cada vez que un Estado de la Unión intenta ayudar a alguna empresa nacional en dificultades.

Lo que va quedando claro es que entre salvar el dólar o salvar a los especuladores, Ben Bernanke prefirió a los especuladores, como lo hizo en su día Jean-Claude Trichet, patrón del Banco Central Europeo, y como hace ahora Mister Darling, el bien nombrado Chancellor of the Exchequer.

Entretanto, millones de hogares estadounidenses han perdido su vivienda y a nadie le importa un cuesco salvo a Dobeliú quién, -presionado por la generosa oposición demócrata-, les ha enviado un cheque por 300 dólares. Es lo que va quedando del New Deal, o del Estado del bienestar.

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