
No es extraño que la mayoría de los medios de comunicación en Chile hayan desperfilado el triunfo de Salvador Allende como el chileno más destacado de nuestra historia, o que lo hayan remitido a “las páginas culturales” o algunos más honestos a sus paginas de espectáculos, en medio de los subtitulares de la farándula (proceso del cual no se resto el diario La Nación hasta la fecha actual: 19 de Septiembre). No es extraño digo por cuanto es claro la adscripción ideológica de esos medios: a la derecha, al neoliberalismo, al capitalismo rampante y al conservadurismo decimonónico.
Esa derecha que se mofa del indio Evo o del locuaz Hugo Chávez, desearía ocultar la gran influencia no solo en Chile sino en América del proyecto liberador que encarno Allende, un proyecto que lejos de expresar “solo” una vía inédita el socialismo, la transición pacifica abortada por Estados Unidos y una gran burguesía chilena sempiternamente adscrita a los designios de los grandes imperios, fue reflejo de un gran cambio cultural, un cambio, finalmente, revolucionario. Por cierto que quienes escriben en los mas medias sobre cultura la restringen a la farándula y, cuando mucho, a los artistas en toda su gama. Pero si por cultura entendemos todo lo que forma parte y manifiesta la característica de una Nación entonces la cultura chilena esta cruzada por una diversidad de ideas, costumbres, tradiciones, lenguas, donde finalmente son las distintas clases sociales y también en el caso chileno –distintas nacionalidades- y sus reciprocas influencias las que la conforman no siempre en armonía sino las más de las veces en una subterránea pugna. En la medida que ésta es subterránea, que no se ve a simple vista, conforma la ideología.
Habría que agregar que esta cultura está además imbricada y en proporción no menos importante con las ideas en todo ámbito –político, económico y social- con el resto del mundo. Quizás hoy nunca tanto como en toda su historia.
Es interesante observar el fenómeno de las diez personalidades que llegaron a la final. Neruda, Allende, Víctor Jara, Violeta Parra, están claramente ligadas a los partidos históricos de la izquierda chilena, el PS y el PC. Gabriela Mistral, quien se autodefinió como socialista e indigenista, canto loas a Sandino y estigmatizó al dictador Carlos Ibáñez del Campo como “una bestia de regimiento”, es fácilmente ubicable en el marco de las ideas progresistas, sino revolucionarias. Lautaro y Manuel Rodríguez son la manifestación más clara de la rebeldía contra la dominación española en sus distintas épocas. Lautaro proveniente de la Nación Mapuche, cabeza de la resistencia armada contra el invasor europeo y Rodríguez criollo de raigambre popular, guerrillero en la época de la restauración colonial post 1810.
Alberto Hurtado representa la influencia católica de nuestra cultura, pero no la del papado y su nomenclatura (como podría haberlo sido el Cardenal Caro o el mismo Silva Henríquez) sino el de la iglesia crítica de las ideas de izquierda, en pugna por la hegemonía de esas ideas al interior de la clase obrera, y por lo mismo proveniente del mundo popular; que luego –para algunos-evolucionaría y empataría con la teología de la liberación de fines de la década del 60. Está también la rebeldía anárquica de uno de los padres de la Patria, José Miguel Carrera, proveniente del criollismo rico, que terminó sus días liderando malones de indios en la Patagonia argentina. Y finalmente Arturo Prat ícono del patriotismo de origen humilde, expresión del ascenso de las noveles clases medias de fines del siglo XIX.
Dónde están los representantes de la cultura pelucona, los íconos de la vieja oligarquía, los representantes de la vieja y nueva burguesía, la del retail? Los Portales, los Montt, los Silva Renard, los Edwards, los Alessandri Rodríguez y los Pinochet y sus adlátere
La oligarquía que campeó en todo orden de cosas durante todo el siglo XIX, instauró la república portaliana, asumió las ideas liberales económicas en boga, adscritas al imperio inglés, pero represento las ideas políticas conservadoras impuestas a través del cohecho electoral y, cuando fue necesario, con la guerra civil. Esa oligarquía comenzó su debacle con la crisis de 1929 y la terminó con la reforma agraria del Gobierno Popular, con su desaparición material como clase. La burguesía liberal hija del comercio, la banca y la feble industria, aun cuando no de la minería, que no pudo ganar la hegemonía en el siglo XIX nació débil en la década del 30 del siglo XX, aun cuando logró con Alessandri Palma impulsar la Constitución de 1925.
La derecha golpista, una amalgama de viejos oligarcas y jóvenes burgueses fascistizados, unidos a los altos mandos de las FFAA trató de resucitar a Portales como su icono y finalmente sólo pudo rescatar el carácter autoritario en una Constitución anacrónica que cambió el cohecho oligarca por el binominalismo retrogrado. La nueva burguesía crecida al calor de la brutal acumulación de capital en la época de la dictadura lejos de asumir el liberalismo político de un Alessandri Rodríguez o el capitalismo moderno de un Frei Montalva se cobijó bajo el paraguas de los lideres del capitalismo neoliberal mundial, los padres de la escuela de Chicago o Harvard.
Por eso no es extraño que sus representantes culturales no hayan aparecido en la lista de los diez chilenos más importantes.
Lo paradójico de todo es que nadie podría poner en duda la hegemonía que tiene hoy en nuestra sociedad las ideas neoliberales, quizás el punto está en que esas ideas a pesar de ser hegemónicas no están –como es lógico pensar- impuestas sin oposición y se encarnan- entre otras- en las propuestas de nueva constitución, salud y educación pública, renacionalización de las riquezas minerales y también en la figura señera de Salvador Allende.
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